“No creo que haya lugar en el mundo en el que me sienta más cerca del Señor que en uno de Sus santos templos”.
Presidente Thomas S. Monson
Además del sentimiento de cercanía al Señor
que experimentamos en el templo, podemos seguir recibiendo bendiciones
al retornar a nuestras actividades diarias. El asistir al templo nos
proporciona una perspectiva más clara, un sentido de propósito y paz. El
presidente Thomas S. Monson describió las bendiciones del templo de la
siguiente manera:
“Al ir a la santa Casa, al recordar los convenios que allí hacemos,
podremos soportar toda prueba y vencer cada tentación. El templo le
brinda propósito a nuestras vidas; trae paz a nuestras almas, no la paz
que ofrecen los hombres, sino la paz que prometió el Hijo de Dios cuando
dijo: ‘La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la
da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo’”.
El presidente Boyd K. Packer, presidente del Quórum de los Doce
Apóstoles, describió las bendiciones adicionales de asistir al templo:
“Cuando los miembros de la Iglesia se sienten angustiados o cuando
decisiones críticas agravan pesadamente sus pensamientos, es normal que
vayan al templo. Es un buen lugar al cual podemos llevar nuestras
inquietudes. En el templo podemos recibir perspectiva espiritual; allí,
durante el tiempo de servicio en el templo, nos encontramos ‘fuera del
mundo’.
“A veces sucede que la mente se nos abruma de problemas y nos
sentimos acosados por multitud de asuntos que exigen nuestra atención
inmediata, a tal grado que sencillamente no podemos pensar ni ver con
claridad. En el templo parece asentarse la nube de distracción, parecen
levantarse la niebla y la bruma, y podemos ‘ver’ lo que antes no veíamos
y hallar una manera de salir de nuestras dificultades, de la que hasta
entonces no teníamos conocimiento.
“El Señor nos bendecirá a medida que nos ocupemos de la sagrada obra
de las ordenanzas del templo. Las bendiciones que allí recibiremos no se
limitarán a nuestro servicio en el templo, sino que seremos bendecidos
en todos nuestros asuntos” (“El Santo Templo”, Liahona, octubre de 2010).
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